Un anciano se aprovecha del dulce agujerito de una jovencita, haciendola gritar como una gata salvaje mientras se traga su carga.
El viejo abuelo con las pelotas caídas se acerca a la inocente adolescente y le pregunta si se la puede follar a cambio de algo de dinero. Ella acepta vacilante, pero cuando ve lo grande que es su polla, empieza a gemir fuerte